Ceguera de poder
“Inédito, impresionante, maravilloso, democrático”, fueron los calificativos usados por la presidenta de México sobre la elección judicial del domingo 1 de junio de 2025.
Una elección se evalúa tanto por su preparación como por sus resultados, incluyendo la participación ciudadana en las urnas, fuente primigenia de la legitimidad de los electos.
Enuncio algunos hechos relevantes que ameritan calificar la elección de ministros, magistrados y jueces, como un método contrario a la democracia, y al proceso electoral y sus resultados como un fraude.
No hubo motivo fundado, ni razón democrática, para destruir los poderes judiciales, ni para destituir de un plumazo a ministros, magistrados y jueces, como no fuera la autoritaria decisión del expresidente López Obrador, acatada a pie juntillas por su heredera, de tomar por asalto el Poder Judicial, para someterlo al proyecto de la 4T, que no es otro que perpetuarse en el poder, cerrando la posibilidad de alternancia.
El efecto inmediato de las reformas que fueron aprobadas por la inconstitucional mayoría calificada de Morena en el Congreso de la Unión es la centralización de los tres poderes de la Unión en un Poder Ejecutivo vicario.
La reforma constitucional para subordinar a los poderes judiciales al proyecto de la 4T fue uno de los actos de mayor abuso presidencial que hemos visto en la historia de México. Entre el 1 al 15 de septiembre de 2024 la Constitución fue deformada para complacer al jefe y dueño de la 4T. En octubre del mismo año su heredera completó la tarea, haciendo aprobar reformas a las leyes electorales, en un portento de precipitación y descuido.
Durante la preparación de la jornada electoral, las normas y reglas que los legisladores del Partido Morena y sus aliados aprobaron fueron violadas una y otra vez por ellos mismos. Un recuento de tales tropelías puede ser consultado en la edición de este mes de la revista Voz y Voto.
Recordemos que en diciembre de 2023 la Sala Superior del TEPJF fue tomada por la 4T, desde adentro. Al negarse a cubrir las vacantes de dos magistraturas de la Sala Superior la mayoría legislativa puso las condiciones para cooptar a 3 magistrados, que hacen mayoría, dispuestos a convalidar lo que les ordenen desde Palacio Nacional. Cual caballo de Troya, esos magistrados han sido partícipes de la destrucción del Poder Judicial del que forman parte. Su pago es la inconstitucional prolongación de su empleo hasta 2027. En el INE un grupo de consejeros ha resistido las presiones, pero no han podido evitar el deterioro de la autonomía y del servicio profesional electoral.
Lo que vimos el domingo 1 de junio pasado, en todo el país, fue la violación generalizada de una de las condiciones sine qua non de la democracia electoral: la libertad del voto.
Esa violación, planeada durante los meses previos, se realizó mediante la entrega de la lista con los números que el elector debía anotar en cada una de las boletas que recibiera en la casilla. La coacción del voto de que fueron víctimas millones de electores, a través de los llamados “acordeones”, entregados por servidores públicos y promotores a sueldo del Partido Morena, constituye el fraude electoral más grave que se haya cometido en México en décadas. En perspectiva comparada, el fraude electoral de 1988 fue un juego de niños frente a lo que vimos el domingo pasado.
Es un hecho público y notorio que los acordeones fueron entregados, impresos o por las redes sociales, a millones de electores. La prueba de su efecto corruptor está a la vista. Los candidatos ganadores, en cada tipo de elección, son los anotados en el “acordeón oficial”. Es cierto que hubo “acordeones disidentes”, que fueron repartidos entre militantes y simpatizantes del Partido Morena, lo que explica las diferencias de votación entre los candidatos ganadores. Por ejemplo, entre Hugo Aguilar Ortiz, que será presidente de la Corte, y las 3 ministras que buscaron ese puesto.
La maquinaria de acarreo y coacción de electores del Partido Morena y sus gobiernos está vez no funcionó como esperaban. De los casi 13 millones de lectores que acudieron a votar el domingo pasado, cerca de 3 millones anularon sus boletas. Es muy probable que entre ellos estén decenas o cientos de miles de quienes fueron presionados por los acordeonistas. A una abstención sin precedente en una elección nacional, 87%, se suma uno de los testimonios más fuertes de la protesta ciudadana contra la farsa electoral: uno de cada cuatro de los electores que acudieron a las urnas anuló su voto.
Retomo los calificativos vertidos en la mañanera del lunes 2 de junio para decir que el fraude electoral fue “inédito, impresionante”. Pero no puedo usar los otros dos calificativos, ya que, por donde se le vea, un fraude electoral no merece ser calificado de “maravilloso”, mucho menos como “democrático”.
Lo que hemos visto a lo largo de esta semana es la iracunda reacción de los voceros de la 4T ante el fracaso de la maquinaria de acarreo de electores e inducción del voto mediante los acordeones. Podría ser ceguera de taller. Aunque más parece ceguera de poder.
Parafraseando al poeta español Miguel de Unamuno en su celebre discurso en la Universidad de Salamanca, hoy podemos decir a la 4T que vencieron, pero no convencieron. Vencieron porque tienen sobrada fuerza bruta, pero no convencieron, porque convencer significa persuadir y para eso necesitan algo que les falta: razón y derecho. Parece inútil pedirles que piensen en México.
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