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Democracia y resiliencia

Mientras escribo estas líneas, miles de personas están protestando en las calles de Guatemala, apoyando al presidente electo Bernardo Arévalo, mientras los intentos de evitar una alternancia pacífica en el poder continúan por la vía de acciones judiciales en contra de los resultados de las elecciones del pasado 20 de agosto. En Ecuador, a pesar de los niveles sin precedentes de violencia política, la ciudadanía salió a votar masivamente durante la primera vuelta de las elecciones presidenciales y legislativas anticipadas de 2023, y están listos para salir a votar en la segunda vuelta que se celebrará el 15 de octubre. 

En América Latina se está escuchando fuertemente la voz de los pueblos, a pesar de algunos intentos de represión política, pero no ha sido así como la democracia en la región está siendo mostrada y percibida. Muchas encuestas y narrativas mediáticas sugieren que los latinoamericanos nos hemos vuelto indiferentes al retroceso democrático que se está observando en la región cada día más, incluyendo una encuesta reciente del Latinobarómetro, que muestra que un 54 % de latinoamericanos aceptarían ver regímenes no-democráticos al frente de sus países.

Las diversas afirmaciones sobre el poco interés de parte de los ciudadanos en votar, y de manera general sobre su percepción sobre la democracia, no estaban erróneas, pero si malinterpretadas, tal como quedó de manifiesto en Ecuador y Guatemala, cuando en el primero votaron más del 81 % de personas habilitadas para votar durante la primera vuelta de las elecciones anticipadas, apenas diez días después del asesinato del candidato presidencial, Fernando Villavicencio; y en el segundo votaron más del 45 % de personas habilitadas para votar, durante la segunda vuelta presidencial, con la inesperada victoria del candidato aparentemente antisistema, Bernardo Arévalo.

La democracia ha sufrido y seguirá sufriendo desafección en nuestra región, eso es evidente, pero no hay que equivocarse, las personas aún se preocupan por la democracia, por lo que representa y el valor de esta y están dispuestas a anteponerla ante todo, sin temor a los riesgos de represión que esto conlleva, y es esta férrea voluntad popular lo que ha hacho a la democracia prevalecer y dar luz, aún en sus días más obscuros. 

Los momentos tumultuosos vividos en Guatemala después de la elección de agosto lamentablemente no cesan. En una de las acciones más vergonzosas en la historia democrática y electoral de Guatemala, el sábado 30 de septiembre el Ministerio Publico confiscó urnas electorales en la sede del Tribunal Supremo Electoral (TSE), violentando la ley electoral, que es de rango constitucional, y sin importarles la presencia de las y los valientes magistrados que querían impedirlo. Este triste hecho sin paralelos en Guatemala, tocó lo más profundo de los guatemaltecos y ha generado una serie de manifestaciones populares en contra de estas medidas judiciales, clamando porque se respete la voluntad del pueblo expresada en las urnas, similarmente a como los ecuatorianos no se dejaron intimidar y salieron a votar aún en medio de un clima de extrema violencia política el 20 de agosto, y lo reafirmaron recién este pasado 15 de octubre, durante la segunda vuelta de las elecciones anticipadas, en donde resultó electo Daniel Noboa, con más del 52 % de los votos, como el presidente más joven en la historia del Ecuador, a los treinta y cinco años de edad, enterrando las esperanzas del correísmo de volver al poder en el país.

La región está a las puertas de afrontar más pruebas a sus democracias el próximo año, ya que, en febrero del 2024, en una de las elecciones que más expectativas está generando, el presidente de El Salvador Nayib Bukele pretende competir por la reelección, a pesar de una prohibición constitucional existente que no permite dos periodos consecutivos en la Presidencia. A pesar de que sus intenciones están siendo ya objeto de críticas por algunos sectores y por supuesto de la oposición, la mayoría de la población apoya al presidente, no sólo satisfecha por su gestión, sino más que nada por el efectivo combate a la criminalidad que imperaba en el país, y que les ha venido a cambiar y mejorar significativamente la vida y su cotidianidad.

Si bien las personas han dejado en claro que cuentan con la voluntad y la determinación de defender a la democracia, es obligación de las instituciones democráticas proteger y velar por ese deseo popular. La comunidad internacional debe de resaltar esto y promover y apoyar la defensa de estas u otras instituciones que ahora sufren acoso e intimidación, o que operan y sobreviven bajo una inmensa presión política. 

Temo que esta serie de eventos que contribuyen a la desafección democrática, en donde líderes políticos y gobernantes usan su poder para desmantelar procesos democráticos, no cesarán, pero a la vez tengo mucha fe en el futuro de la democracia en América Latina, al ver a la gente expresar con voz alta su opinión, actuar con certeza ejerciendo sus derechos cívicos y políticos, y también dispuestos defender a la democracia abiertamente cuando se torna necesario hacerlo.

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Máximo Alberto Zaldívar Calderón

Licenciado en Ciencias Políticas, con Maestría en Derechos Humanos. Director para América Latina y el Caribe de la Fundación Internacional para Sistemas Electorales (IFES, por sus siglas en inglés).

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