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¿Pero qué necesidad?

Donald Trump tuvo una fabulosa primera semana de febrero. El lunes, la primera votación estatal del Partido Demócrata en Iowa para elegir a su precandidato presidencial terminó en ridículo. La app móvil para trasmitir los resultados desde los lugares de votación al centro de cómputo no funcionó: muchos no pudieron descargarla y, quienes sí, no pudieron cargar o enviar la información. El resultado final se publicó hasta el jueves, no sin dudas sobre su integridad. El martes, Trump fue a una sesión conjunta del Congreso para presentar su informe sobre el estado de la nación. Constantemente los legisladores republicanos le gritaban “¡cuatro años más!”, mientras él presentaba la mejor luz sobre su gobierno: crecimiento económico, caída del desempleo, reducción de la desigualdad económica, fortalecimiento de la seguridad internacional y recuperación del respeto del mundo hacia el país.

La cereza del pastel fue el miércoles, cuando el Senado votó por exculparlo de los cargos de abuso de poder y obstrucción de la investigación de la Cámara de Representantes, con lo que terminó su juicio político y se esfumó la posibilidad de quitarlo del puesto. Los demócratas no podían saber que el voto final del impeachment sería la culminación de una pésima semana para ellos, pero sí que la probabilidad de removerlo del cargo era prácticamente nula. Entonces, ¿para qué tanto problema en tener un juicio político contra Trump?

Por una llamada

 

En julio de 2019, Donald Trump llamó al presidente ucraniano, Volodimir Zelenski.  Trump le pidió que investigara si Joe Biden (entonces, precandidato presidencial del Partido Demócrata) había hecho algo indebido durante su vicepresidencia para detener una investigación de la fiscalía ucraniana contra una empresa de gas en la que su hijo, Hunter Biden, participaba en el consejo de administración.1 La llamada ocurrió días después de que Trump detuvo 319 millones de dólares en ayuda militar a Ucrania. Un informante secreto presentó una queja ante la cia por esta conversación porque consideró que el comportamiento de Trump no era correcto: habría condicionado la entrega de ayuda a un gobierno extranjero a la investigación del hijo de un rival político.

Los demócratas compartieron ese punto de vista. Casi inmediatamente después de la publicación en prensa de la llamada, en septiembre de 2019, la Cámara de Representantes (con mayoría demócrata de 222 frente a 192 republicanos) comenzó a hablar de un juicio político contra Trump. Sería el tercero en la historia de Estados Unidos.2 Según las provisiones constitucionales, la Cámara funcionaría como ministerio público: investigaría el caso y haría la denuncia formal. El Senado (con mayoría republicana de 53 contra 47 demócratas) actuaría como jurado y emitiría el veredicto. Una sentencia de culpabilidad, con la que perdería su cargo, requeriría del apoyo de dos terceras partes de los senadores presentes al momento de votar.

En diciembre de 2019, la Cámara de Representantes aprobó dos cargos contra Trump: abuso de poder y obstrucción de las investigaciones del Congreso al negarse a entregar diversos documentos que se le solicitaron. Todos los diputados republicanos votaron en contra. En enero de 2020, el Senado recibió formalmente la acusación. La primera parte del debate se concentró en si se permitiría que acudieran testigos. Los demócratas alegaron que un juicio sin testigos no respetaba el debido proceso; los republicanos, que la presencia de testigos haría que el juicio fuera un espectáculo. Se determinó que no habría testigos; todos los republicanos, excepto dos, votaron en contra de ellos. Finalmente, el 5 de febrero se votó el veredicto. Como se esperaba, se absolvió a Trump de ambos cargos. Todos los demócratas y un solo republicano votaron “culpable” en el cargo de abuso de poder. Ningún republicano votó a favor del cargo de obstrucción a la justicia. 

 

Bien por los demócratas

 

A pesar de que los demócratas no alcanzaron su objetivo de destituir a Trump, no puede decirse que salieron del juicio político con las manos vacías. Posiblemente lo mejor que obtuvieron de este proceso fue una segunda oportunidad de investigar, exhibir con una mayor difusión y sancionar su comportamiento inaceptable (ya lo habían intentado hacer con una investigación sobre la interferencia rusa a su favor en las elecciones de 2016).3

Lo que querían mostrar los demócratas era la razón por la cual Trump merecía un juicio: el presidente abusa de su poder. Recurrió a las herramientas de política exterior (dar ayuda militar o económica a gobiernos extranjeros, que efectivamente suele otorgarse con condiciones) no para conseguir objetivos de política exterior (incidir en cambios políticos en otro país o mejorar las condiciones de seguridad o comercio internacionales para Estados Unidos) sino para ensuciar al que, en el momento de la llamada con el presidente de Ucrania, posiblemente sería su contendiente en las elecciones de 2020.

Durante las investigaciones de la Cámara aparecieron otras facetas conocidas de Trump. Por ejemplo, la misógina, al no perder oportunidad de insultar y denigrar a Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes y principal promotora del juicio. O la mentirosa, con las declaraciones públicas sin sustento sobre el caso que hicieron él y sus simpatizantes, como que el informante secreto de la cia era demócrata, que Ucrania ayudó a la campaña de Clinton o que la familia Biden tenía intereses oscuros ahí.4

La conclusión sobre sus abusos, su misoginia y sus mentiras era clara: Trump es tan poco apto para ser presidente que debería dejar el cargo cuanto antes, sin esperar a que los electores votaran en noviembre de 2020. Pero, considerando las pocas posibilidades de la destitución por parte del Senado, los demócratas tendrían que aprovechar las oportunidades que se presentaran para manchar su presidencia y su candidatura. El impeachment era una muy buena. Trump ya quedó con la marca indeleble de ser el tercer presidente en enfrentar un juicio político de destitución. Y también recibió el recordatorio de que sus acciones están constantemente vigiladas no sólo por la oposición demócrata o la prensa (a la que una y otra vez identifica como su enemigas), sino por funcionarios públicos como el informante secreto que tuvo acceso a la transcripción de la conversación telefónica y dio el aviso a la cia. Para ser un contrapeso efectivo los demócratas necesitarían más votos de los estadounidenses, pero no sólo para la presidencia, sino para los diputados y senadores que también se elegirán este noviembre.

 

bien por Trump

 

La primera ganancia que Trump obtuvo durante el juicio político fue la misma que la de los demócratas: una gran exposición en medios. Uno de los personajes de la película El Escándalo (2019) dice que cuando Trump tiene una discusión pública, no le interesa ganarla, sino sólo estar en ella. El juicio político fue una excelente oportunidad para eso. Siempre que pudo insultó a Pelosi, a los demócratas y a todos quienes públicamente estuvieron involucrados en la investigación. Esto le sirvió para victimizarse (llamaba al juicio la mayor “cacería de brujas” en la historia) e ilustrar que quienes apoyaron el juicio, a quienes se refería constantemente como “podridos”, “malvados” y “muy enfermos”, no merecían estar en el poder.

Trump parece ser bastante hábil en usar ese tipo de discurso. Contra todo pronóstico, le sirvió para alcanzar, primero, la candidatura republicana y, después, la presidencia. Los hitos del juicio (la publicación del contenido de la llamada con el presidente de Ucrania, la aprobación de los cargos en su contra y el voto final del Senado), momentos en los que fue particularmente verborreico, coinciden con aumentos pequeños pero notables en su popularidad.5 Es decir, parece ser que, al menos en el corto plazo y entre algunas personas, el presidente sí consiguió retratar el juicio en su contra como una injusticia.

Pero el mayor éxito para Trump tras el juicio provendría de su ventaja relativa frente a los demócratas, quienes no salieron bien parados del proceso. Esto se debe no sólo a que no hayan conseguido quitar al presidente de su cargo, sino a que llegan a la precampaña desgastados y cansados, sin un líder demócrata visible. Pelosi, la principal promotora del juicio, no es precandidata presidencial. Dos de sus precandidatos más populares, los senadores Bernie Sanders y Elizabeth Warren, no pudieron hacer su precampaña en Iowa justo antes de su votación estatal porque las reglas del Senado para el juicio requerían que todos sus miembros estuvieran presentes durante las discusiones y que se mantuvieran incomunicados con el exterior. Y, dejando de lado la farsa de la app, el resultado de la elección de precandidato en Iowa no dejó algún ganador claro: Pete Buttigieg con 26.2% y Sanders con 26.1%. En contraste, Trump emergió como la figura republicana más relevante a quien dos intentos de los demócratas no han podido destruir.

Pero queda una pregunta en el aire: si los saldos a favor y en contra del juicio para los dos partidos son relevantes. Como se observó en la campaña de 2016, el apoyo que Trump recibe de muchos electores no es racional, sino pasional (por la lucha que dice representar contra “la podredumbre de Washington” y para “hacer grande a Estados Unidos de nuevo”) o visceral (enfatizando el menosprecio hacia los musulmanes, los latinoamericanos o las mujeres). A varios meses de que empiecen formalmente las campañas y sea la elección, alrededor de 13.8% de los electores aún no deciden por quién votarán.6 Pero queda el hecho de que el comportamiento del presidente está en la frontera de lo permitido o no y de que los demócratas no han conseguido hacer que Trump pague alguna consecuencia por ello. Se verá si los electores comparten su punto de vista.


1 Joe Biden fue vicepresidente de Estados Unidos con Barack Obama (2009-2017). En 2014, su hijo Hunter se incorporó al Consejo de Administración de la compañía ucraniana de gas Burisma y también llegó un nuevo gobierno a Ucrania. En 2015, el ahora Fiscal General, Viktor Shokin, inició una investigación contra Zlochevsky por corrupción (adjudicarse licencias de explotación de recursos naturales) durante su periodo como Ministro de Ecología. Durante 2015 y 2016, Estados Unidos presionó a Ucrania para retirar a Shokin de su cargo, porque sus investigaciones tenían tintes políticos. En 2016, el parlamento votó por quitarlo del puesto.

2 Andrew Johnson (1865-1869) fue el primer presidente que enfrentó un juicio político por violar la separación de poderes. (solicitó la dimisión del secretario de Guerra, a pesar de que una ley impedía que el presidente quitara a altos funcionarios sin la aprobación del Senado). El segundo fue Bill Clinton (1993-2001), por haber mentido bajo juramento durante una investigación de acoso sexual en su contra. En ambos casos, el Senado exculpó a los presidentes.

3 En 2017 comenzó una investigación por la presunta colusión entre el equipo de campaña de Trump en 2016 y algunos funcionarios del gobierno ruso para diseminar en internet información falsa sobre su rival, Hillary Clinton, y perjudicarla electoralmente. El informe final del Departamento de Justicia concluyó que “no se estableció que los miembros de la campaña de Trump hubieran conspirado o coordinado, junto con el gobierno ruso, actividades de interferencia electoral”. El documento puede consultarse en: https://www.justice.gov/storage/report.pdf (la cita corresponde a la p. 2 del volumen I).

4 Jonah Fisher, “Trump impeachment inquiry: Three republican claims fact-checked”,  BBC, 19 de noviembre de 2019.

5 Datos según el promedio de encuestas sobre la popularidad del presidente que prepara fivethirthyeight.com: 

https://projects.fivethirtyeight.com/trump-approval-ratings/.

6 La cifra es el promedio del porcentaje de votantes que respondieron “no sé” a las preguntas de preferencias cara a cara entre Trump y alguno de los 5 precandidatos demócratas más populares (https://morningconsult.com/2020-democratic-primary/).

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Pablo Estrada Rodríguez

Licenciado en Política y Administración Pública por El Colegio de México. Maestro en Democracia y Gobernanza por la Universidad de Georgetown.
Twitter: @pablojestradar.

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