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El síndrome de la plurinominal

Nuestro objetivo no es que partidos que no tengan, que no ganen, a un diputado, a un senador, no tengan representación. Pero lo que si decimos es que las listas de plurinominales no son una verdadera representación, y que es muy importante que aquel que quiera obtener un voto vaya al territorio a convencer a la ciudadanía” (Claudia Sheinbaum. 14.07.25)

La presidenta de México comparte con algunos voceros de la extrema derecha el menosprecio por los legisladores de representación proporcional. De paso, ha descalificado la representatividad de los coordinadores parlamentarios de su partido en las 2 cámaras del Congreso de la Unión, ambos plurinominales, así como a otros 107 diputados federales, 18 senadores y a cientos de diputados locales, síndicos y regidores plurinominales, electos bajo el registro de los partidos de la 4T.

A quien se autonombra “hija del 68” nadie le platicó, tampoco leyó, que la creación de los diputados plurinominales fue la forma para abrir los espacios de la representación nacional al Partido Comunista Mexicano. Quizá tampoco sabe que en 1979 los primeros diputados del Grupo Parlamentario Comunista, muchos de ellos figuras señeras de la izquierda, fueron electos por la vía de la representación proporcional. Quizá ese desconocimiento se explique porque dicen que la entonces estudiante Claudia Sheinbaum compartía las críticas de pequeños grupos radicales a lo que llamaban “reformismo electorero” del PCM.

Quizá tampoco sabe la presidenta que en países de Europa y América Latina los sistemas electorales de representación proporcional (plurinominales) son los más usados desde hace décadas, lo que obedece a que permiten acercar de mejor forma la representatividad electoral con la representación legislativa o parlamentaria. Un mapamundi político le ayudaría a tener una mejor comprensión del asunto. Los países con sistemas electorales uninominales son la minoría, entre ellos destacan Estados Unidos e Inglaterra.  

La presidenta podría preguntar a Manuel Bartlett por la reforma electoral que este promovió en 1986 para duplicar el número de curules plurinominales, de 100 a 200, estableciendo que todos los partidos que refrendaran registro legal participarían de la distribución de esas curules. Un objetivo central de aquella reforma fue que nuestro sistema electoral tendencialmente fuese de representación proporcional, es decir que el porcentaje de votación de cada partido se correspondiera con el porcentaje de curules que obtenía, en total, en cada legislatura. Objetivo tirado a la basura el año pasado, para favorecer de manera inconstitucional al Partido Morena y sus satélites.

Si la presidenta toma unos minutos para revisar las boletas electorales para diputados y senadores comprobará que al reverso de cada una de ella aparece una lista con los candidatos plurinominales. Al votar por los de mayoría relativa, el elector vota, al mismo tiempo, por la lista de candidatos plurinominales del partido de su preferencia. Los electores sí votamos por las listas plurinominales. Por eso nuestra Constitución no hace distinción entre uninominales y plurinominales. Tan representantes populares son unos como otros.

De 1979 a 1985 hubo doble boleta para diputados federales. Una para los de mayoría relativa y otra para los plurinominales, que eran 100. Como el PRI no entraba al reparto de los últimos, manipulaba las votaciones para favorecer a sus satélites (PARM, PPS, PST). Por ese motivo en la reforma de 1986 las auténticas oposiciones exigieron eliminar la doble boleta. Cabe mencionar que el sistema de primeras minorías, que anuncia la presidenta como parte de su iniciativa de reforma electoral, además de sus complicaciones operativas, permitiría al partido oficial moldear a su conveniencia la presencia opositora en San Lázaro.

Reconozco que desde 1979 lo que he llamado “síndrome de la plurinominal” afecta tanto la valoración social de esos representantes populares, como el comportamiento de las oposiciones. Los prejuicios están fuertemente arraigados en la sociedad. Es lugar común decir, como lo hizo la presidenta, que los candidatos plurinominales “no hacen campaña”, que “no van a ganar el voto en tierra”. Eso es falso. La mayoría de ellos hacen campaña territorial y además varios compiten en las dos pistas. Desde 1986 la ley permite que un número reducido de candidatos uninominales sean al mismo tiempo plurinominales (60 por partido para diputados, y 5 para senadores).

Plurinominales fueron Valentín Campa, Heberto Castillo, Othón Salazar, Ramón Danzós, Arnoldo Martínez Verdugo, Alejandro Gascón, Gilberto Rincón Gallardo, como lo recordé en estos días con Rolando Cordera, que fue también diputado plurinominal. Las listas plurinominales han hecho posible, en todos los partidos, que candidatos con conocimientos especializados, pero poca o nula presencia popular, accedan a curules y escaños, enriqueciendo el análisis y debate legislativo. También han sido fundamentales para la paridad de género y la existencia de cuotas para segmentos sociales específicos, como los jóvenes y los integrantes de pueblos originarios.

Si se quiere fortalecer la representatividad de los legisladores hay mejores caminos para lograrlo que volver atrás en la integración de la representación nacional. Comparado con otros países de población similar o mayor a la de México, el número de nuestros legisladores no resulta desproporcionado. Pero lo que quiero enfatizar es que denostar a los plurinominales no revela más que prejuicios conservadores y desconocimiento.

Las desconsideradas palabras presidenciales me hicieron recordar un episodio legislativo:  a finales de los años 80 del siglo pasado, en una sesión de la Comisión Permanente, un diputado del PRI despotricaba en tribuna contra los legisladores de oposición, por ser plurinominales. La diatriba prosiguió hasta que alguien le pasó al orador una tarjeta que decía “ya cállate, los coordinadores de nuestras bancadas son plurinominales”.       

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Jorge Alcocer V.

Director fundador de Voz y Voto.


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